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sábado, 31 de enero de 2009

Vestigios de un pueblo celta bañado por el mar

En un privilegiado enclave asomado al mar, se encuentra uno de los más impresionantes castros de Galicia, el castro de Baroña.
Se erige majestuoso sobre las rocas y se accede por un istmo arenoso en el que ya se pueden contemplar las primeras fortificaciones.
Tras la puerta de entrada subiremos por los peldaños de una escalera ( muy bien conservados ) y llegaremos al poblado. Se divide en dos: La zona Norte ( parte superior ) y la zona Sur ( parte inferior ).

En la zona Sur hallamos las primeras construcciones y flanqueando la puerta se aprecian los restos de una torre que serviría de defensa.
La zona Norte separada de la anterior por un muro y unas escaleras se encuentran más construcciones, que tienen un tamaño más amplio. Son viviendas de tipo circular. Se calcula la ocupación entre el Siglo I a.C y I d.C.

La alimentación principal y básica se componía de mariscos y pescados ya que las conchas de los moluscos y las espinas de los pescados ( rodaballo, jurel, merluza, dorada ) se ven acumulados en una zona del castro llamada “ Cuncheira “.
Se encontraron restos de anzuelos y otras artes de faena propias de una actividad marítima intensa.
El consumo de carne también estaba incluido en la dieta, básicamente bóvidos: cabra y oveja.
Merece por tanto la pena disfrutar de este espacio rodeado de arena y mar, de un océano inmenso de calma e imperturbable con el paso de los siglos que seguirá conservando en su interior la esencia del pueblo celta.
En verano, las nubes inflamadas de tonos rojizos y hechizantes recorren el cielo antes de que el Sol nos deje el momento más maravilloso del castro, la puesta de Sol

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