Estas vacaciones, pillé el coche y sin pensarlo más me deje caer entre Camariñas y Muxia, donde por fin pude dar rienda suelta a mis anhelos, y disfrutar de esos paisajes inmemorables, de empaparme del espíritu de las gentes que luchan por sobrevivir en un ambiente hostil y duro.
En este litoral de belleza incomparable, donde el tiempo parece detenerse, entre el viento y el rugir de las olas que van cincelando las rocas, asistes quedo a un pulso entre el mar y la tierra. Un despertar de los sentidos, en una tierra de luces y penumbras, de tempestad y calma, de lluvias sempiternas y brumas fantasmales, nubes de color plomizo que barren el litoral de punta a punta, verdes matorrales, aguas azules profundas y agitadas que reflejan el alma y el vivir de sus gentes, esa tierra de contrastes que enamora el corazón, de gentes amables, de buen comer a la que algún día espero regresar.
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