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jueves, 11 de noviembre de 2010

Muerte de un artista

Por una senda costera de inigualable belleza me dirigía hacia Camelle mientras la ventisca exhalaba extraños murmullos en mis oídos y el mar colérico golpeaba las rocas en su incesante martillear virulento .

Es difícil no enamorarse de la “Costa da Morte”.


En aquel lugar, fue donde la historia de “Man” , me conmovió profundamente.

Manfred Gnädinger nacido en un pueblo limítrofe a la ciudad de Friburgo (Alemania) era un hombre preocupado por el medio ambiente. Anhelaba conocer la costa gallega y un buen día abandonó sin retorno su tierra natal, movido por sus deseos inquebrantables de comprender esa mezcla de libertad y tristeza, de belleza y desolación, de lo agreste y calmo, de sentimientos encontrados que afloran en tu corazón nada más pisar esta tierra. Era el año 1962.

Solo, vestido de traje y corbata como un curioso turista y gracias a ese preciado don de afabilidad, honestidad y sinceridad de las gentes (algo muy preciado en estos tiempos ) consiguió afincarse y con el paso de los años (no muchos) comprarse un terreno al lado del mar. Con la ayuda caritativa de la gente del pueblo construyó su casa.
Su aspecto enjuto, casi esquelético y el pelo y barba largo y sin arreglar, ataviado con un taparrabos y muchas veces descalzo, a semejanza de un anacoreta, lo transformó en un símbolo imperecedero de la “Costa da Morte”
Traspasando fronteras, se hizo famoso. Reportajes, libros, prensa, televisión dieron auge a su obra.
“Man el alemán” como se le conocía por allí, aportó el conocimiento de esta tierra a través de su obra al resto del mundo.
En los aledaños de su casa se encuentra el museo, erigido esencialmente con grandes piedras esféricas apiladas formando columnas y cadenas, algunas de las cuales están pintadas. Restos de animales, principalmente marinos como vértebras de cetáceos. Los restos que el mar acercaba a la costa, las rocas riberanas y las pinturas en piedras, muelles, casas y montes eran el substrato de su arte. La mayoría de las figuras eran redondas, y de mucho colorido.

Un triste y aciago día para el pueblo gallego, en Noviembre de 2002, el “Prestige” vertió miles de toneladas de fuel en la “Costa da Morte” . Todo quedó ensuciado, enlodado y negruzco por ese vertido fatal, asesino silencioso de seres vivos, que infiltrándose poco a poco invadió los corazones con su triste negrura.

Fue el final de Manfred Gnädinger, que ya enfermo y desmoralizado no pudo superarlo. Sus lágrimas resbalando por las mejillas en surcos de amarga aflicción son testigos de un imborrable recuerdo que jamás se olvidará.

En la actualidad, los restos de su casa y museo languidecen , apenas reconocibles gracias al pasotismo de políticos y administraciones y al poco apego por el arte que tienen. Fruto de espolios por parte de la gente sin corazón y sin razón .

Si no se sabe a qué puerto se quiere navegar, ningún viento es favorable (Séneca)

Lo más triste de esta historia es que Manfred legó 120000€ para la conservación de su trabajo y obra a su muerte y por arte de magia se esfumó todo el dinero. Donde fue a parar??

Ayer me enteré de la peor de las noticias posibles y es que el temporal de estos días,arrasa el patrimonio olvidado de "Man" rematando definitivamente lo poco que quedaba en pie de este gran hombre.

Que con cada piedra y ola del mar en Camelle viva su recuerdo perpetuo, el recuerdo de un hombre que amaba la “Costa da Morte”

Descansa en paz Manfred, no te olvidaremos